Sentada del 12 de septiembre de 2013


UNA DESPEDIDA
HeavyMetal
Llego a mi casa, a Leganés, el día 19 de julio y la noticia me llueve como una tormenta: se va la directora.
Lo primero, decírselo al colega, un email.
Es la vida misma, Silvia.
No sé si fue tu decisión o es que no te dejan trabajar.
Increíble, es mi oportunidad para hacerte el poema más hermoso de la historia.
Ha sido un placer haberte conocido.

La decisión viene de arriba, me acabo de enterar ahora, que leí tu nota.
Eso de arriba no suena bien, tras esa palabra se esconden todos los peces gordos de La Vaguada.
Tienes que ser valiente como lo soy yo, que llevo con mi silla de ruedas toda la vida y no hay quien me pare.
Me está resultando fácil hacerte esta despedida.
Mi oficio de poeta me obliga a escribir muchas despedidas a demasiada gente, pero nunca una directora me había pedido un poema.
Por suerte, tú no te vas a morir nunca.
Y esto que te pasa sólo fue un cambio de destino.
Los compañeros de escritura sí que se me mueren y los echo mucho de menos.
Es muy duro este trabajo de escritor al que me obliga el colega.
Bueno, compañera, como decís en Argentina, que te vaya bonito.
Un abrazo
Tu amigo Gabi.

MINIATURAS / XLVII
Iñaki
No volveré a repetir lo que ya dije
y no volveré a silenciar nada.
Volveré a rodar
y volveré a quedarme quieto.

¿Se agotan mis emociones?
¿Se agotan mis palabras?
¿Soy culo de mal asiento?
No lo entiendo, necesito cerveza.

Puto egoísmo,
puta convivencia,
puta vida,
puta agonía,
cariño… puto cariño,

Risas y alegrías ahora.
Amarguras y lágrimas entonces.
¿Cuándo mi alegría
dejará de anunciarme tristezas?

No amaré,
no me masturbaré,
no pensaré,
no quiero
que nadie me ame,
esto es una amargura, mierda.
Soledad.

El placer de un amanecer,
el placer del amor en el amanecer,
una aurora de rosadas mejillas.

Si el amor no tiene sentido
dime cómo andas el camino,
porque sin sentido no hay camino
y sin amor no hay sentido:
dime cómo andas el camino.

Y no es porque sí
y no es porque no,
es porque tienes una razón.

LA SUERTE
Conchi
A mí me tocó un premio gordo cuando nací. Pero bastante gordo. Fui el escándalo de la familia porque nací muy pequeña y prematura. Mi madre se cayó por las escaleras del metro cuando estaba de cinco meses y la llevaron a La Paz, donde la hija de puta de la comadrona y el médico del seguro decían “Hay que sujetarla” –se referían a mí– y no hacían mucho caso a mi madre, que se desangraba, y casi me quedo huérfana.
Por fin la comadrona se cayó del guindo y dijo “La niña nace muerta” –todavía no me conocía– y se aplicó con mi madre. Me dejaron tirada allí encima y, ahora sí, se dedicaron a la señora Nati. Me habían dejado tal como vine al mundo, mínima y sanguinolenta, al calorcito de la luz de un foco, y comencé a rebullir por fin. “Llévatela a la incubadora”, dijo el médico. Pero ya era demasiado tarde. El demasiado tiempo sin respirar, nadie me había enseñado, me había dañado el cerebro.
Si no hubiese sido tan despabilada la comadrona mandándome al cementerio de los abortos yo sería una chica con las piernas en buen uso y no dependería siempre de esta puta silla.
Al poco de estos acontecimientos –yo ya había perdonado a mi madre y ella a mí– la señora Nati, mi madre, me llevó al médico, pero en aquellos tiempos no sabían mucho de la parálisis cerebral. Nadie había oído hablar todavía de la plasticidad del cerebro y todo eso. Si me hubieran estimulado un poco (o sea, un poco mucho) con gimnasia y eso, a estas horas podría estar andando. Pero en lugar de eso me agarré la polio, la meningitis y el sarampión, o sea, de todo, que era una cosita muy frágil, y por eso me quedé así.
Mi madre me llevaba todos los días a La Paz y mi hermano tenía que ir todos los días al colegio de las monjas y atravesar la calle. Tenía que ir sólo, con lo pequeño que era, porque mi madre y yo íbamos a La Paz en los tranvías, que daban unos frenazos... todavía me duelen los riñones, y mi madre también se queja. Y han pasado ya más de cuarenta años de aquello.
Mi abuela Lola y mi abuelo Pepe cruzaban al hermano algunos días hasta el colegio. Porque mi madre todos los días me tenía que llevar al hospital a hacer una rehabilitación de mierda. Y mi hermano estaba un poco bastante abandonado.
Claro está, mi madre se creía que iba a andar algún día, pero al final me operaron de los abductores y me jodieron del todo. Me llevaba mi madre a gimnasia y salía como entraba. Y digo yo: “¿Para qué me han torturado así, a mí y a toda la familia, si no ha valido para nada?” Mira cómo estoy ahora.
A los niños ahora, cuando nacen, les hacen estimulación precoz. Y hay colegios adaptados, como el Trabenco de aquí al lado, pero antes, nada. Ahora nos integran a los PC (Paralíticos Cerebrales, digo) en colegios normales, para que todos seamos un niño normal y nos podamos hacer con el tiempo unos pequeñoburgueses normales, egoístas y miedosos como todos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Saludos desde San Petersburgo a todos los adredistas.
Siempre me han encantado vuestros relatos pero, leerlos desde tan lejos de casa y en un idioma que conozco (tras casi una semana de leer todo en ruso), ha estado a punto de hacer que se me cayera alguna lagrimita.
Nos vemos la semama que viene.
Ciao. Ana.