Sentada del 28 de noviembre de 2013


MINIATURAS / LIV
Iñaki
Voces, portazos,
los residentes no existimos.
¿Por qué nunca me escuchan?
Nunca, nunca, nunca
seremos libres.

Nunca seré esclavo
de mi circunstancia:
sinceramente,
algún día lo entenderéis.

Alma querida
que nadie escucha,
alma herida
que nadie escuchará:
te escucho yo,
aunque no estás a mi lado.

Un hombre, un pasillo,
una razón para no molestar.
¿Por qué existe el pasillo?
Razón que no ves,
voluntad que no te pagará.

Estoy esperando
que mi pasillo sea desentrañado:
es un pasillo, no hay más que mirar,
y al otro lado de las puertas
hay personas que descansan.

Pasillos que bullen,
pasillos que alborotan,
pasillos que no se callan,
malditos pasillos charlatanes,
pasillos al fin y al cabo.

¿Quién piensa en ti?
¿Quién piensa en mí?
Nadie nos piensa,
no somos el centro,
pero somos,
que nadie piense
que no somos.

UNAS RISAS
Conchi
Ya no me río desde que no salgo por la noche. Cuando los días sean más largos merecerá la pena salir un poco. Este verano me voy a ir a la discoteca, a mover el esqueleto y a ver si me ligo a un chico que merezca la pena.
Nunca he ido a una discoteca y me gustaría ir, que sólo he ido a pafetos. A lo mejor este verano me voy de noche a la discoteca, a ver si encuentro a mi príncipe azul. Dice mi madre que soy muy atrevida y que tenga cuidado, porque hay gente buena y gente mala por el mundo. A mí me gusta mucho la juerga, más que a un tonto una tiza, y la mala gente es mi favorita.
El caso es que no puedo ir a la discoteca porque hay muchas escaleras, ¡con lo que me gusta a mí moverme con la silla de ruedas! ¿Cómo encontrar, si no me muevo, a algún chico que me quiera de verdad?, un ciudadano de pleno derecho, no discapacitado, que para disciudadana ya estoy yo. Me gustaría que el alcalde de Leganés se concienciara que hay mucha gente coja y que por todos lados hay barreras.
Sería mi mayor ilusión, pero en fin, como la ciencia avanza mucho, yo creo que algún día andaremos todos los cojos. Los médicos inventarán algo para que los paralíticos cerebrales andemos y no tengamos problemas de movilidad, porque yo lo paso un poco chungo... Y eso que ahora que estoy en el centro tengo más libertad, porque en mi casa no salía si no me sacaba mi madre.
Creo que nunca me arrepentiré de haber venido, porque para mí salir a la calle es la vida, y sin nadie que me diga “¿dónde vas?”, “hace frío”. Me voy a ParqueSur alguna mañana que otra y me paso allí las horas muertas. Dice mi madre que es peligroso, no me vaya a pillar un coche, pero yo me voy porque lo necesito. Aunque diga mi madre misa me voy a ir donde yo quiera. Siempre dice que tenga cuidado con los coches, pero a mí me da igual. Me dice “hija, ten cuidado”, y yo le digo “pues si me pilla, mejor, así descanso de mi cojera, que estoy un poco harta de estar en esta puta silla de ruedas, siempre rodeada de asistentes que no te respetan”.
Si yo tuviera mucho dinero, tendría un chófer y cuatro criados y una limusina para mí sola: iría a todos los sitios que yo quisiera. Pero como no lo tengo, ni me ha tocado la lotería o la primitiva o la Bonoloto, que es que no me toca nunca... pues eso.
Tengo un amigo llamado Juan Antonio Torres que es médico. Para mí es el tío más cojonudo y más estupendo que hay. Es el jefe de digestivo del Clínico y cuando le veo se me hacen chiribitas los ojos. Quisiera que me diera una solución para mi colon, pero me ha dicho que estoy muy complicada y no sabe por donde empezar. Aunque yo sé que, si pasa algo, él estará ahí e intentará por todos los medios salvarme.
Para mí Torres es el mejor y espero que nunca me abandone. El esófago es otra de mis complicaciones, quemado por los ácidos del estómago. Torres me ha dicho que, como me atragante, se me puede ir todo a los pulmones ¡¡¡Y que no me ría, que me puedo ahogar!!!
¡¡¡Pero como no me voy a reír con este panorama!!! Lo cierto es que prefiero morirme antes de que Torres se jubile y me coja otro manazas. Él me trata con mucho cariño, para mí que es el hombre de mi vida.

UN SINVERGÜENZA
Ramón
Hace ya tiempo que, si Braulio aparece por la calle, yo me cambio de acera. En realidad, me largo de cualquier sitio donde él haga acto de presencia, incluidos los bares y las plazas, ya me he acostumbrado. Un día incluso me fui de la iglesia de la Vera Cruz porque él se había presentado.
A Braulio lo conozco desde el colegio, era el cabecilla de los que asustaban a los pequeños, les quitaba los bocatas o los libros. Era un jodido abusón al que los profes habían dejado por imposible. Le aprobaban para quitárselo de encima el próximo curso.
Pues con 18 años a Braulio se le ocurrió venir a pedir trabajo a lo de mi padre. Menos mal que yo estaba allí y le pude advertir de la clase de pieza que estaba a punto de contratar. Para mi desgracia, el Braulio se percató de las señales que yo le hacía a mi padre y me cogió gato.
Pasado el tiempo y después de no pocos pinchazos sospechosos en las ruedas del camión que yo manejaba, me encontré un día con un servicio en una calle sin acceso, por el barrio del Alcázar. Teníamos que dejar el camión a más de cincuenta metros del portal, o sea, una mudanza con mucha mala leche. Cargamos todo con mucho esfuerzo por fin y nos fuimos a destino, a un chalet mucho mejor que la casa que habíamos vaciado. El inquilino prosperaba.
Y allí me encontré a Braulio muy sonriente, esperándome. Era el dueño del chalet y comenzó a incordiar de inmediato, que si el cabecero de la cama lo habíamos rayado, que si la lavadora tenía un golpe, y así. Cuando le oí protestar porque una lámpara de papel se había abollado, ordené al compañero ayudante dejar todos los muebles en la acera, más bien lejos de la puerta de acceso, y nos largamos.
Sabía que el muy cerdo no nos iba a pagar el porte y no estaba yo dispuesto a trabajar gratis para semejante persona.
Nos fuimos de allí sonriendo. Cuando por el retrovisor observé a Braulio de pie en la acera y cuidando de sus muebles, entonces me reí a carcajadas. Eso sí, desde aquel día procuro no cruzarme con él. Y hasta hoy.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"Nadie nos piensa,
no somos el centro,
pero somos,
que nadie piense
que no somos".
Gracias, Iñaki, por estos versos, y "que nadie piense que no somos", porque ellos, los que nos ningunean, esos sí que no son, y además no nos representan.
Buenos cuentos, Ramón