Conchi

Cómo se nota que ya llega la primavera. Yo, cuando tenía 10 años, me enamoré de un chico con los ojos azules, fue mi primer amor. Era alto y rubio, su mirada me impactó y el corazón me iba a cien por hora. Aunque no he vuelto a saber nada de él, todavía sigo enamorada. Se fue a México a trabajar y ahora debe de tener unos 50 años. Me gustaría saber dónde está. Pero, en fin, la vida da muchas vueltas, aunque también podría pararse para saber de él.
Mi amiga Encarna también tiene su historia de primavera. Tuvo el accidente cuando era muy joven, en mayo. Su marido iba conduciendo el coche y ella iba en la parte de atrás, dormida. Y ahora dice que los tíos no son nada buenos, porque desde que tuvo el accidente, su marido la abandonó y no quiere saber nada de ella.
Se le partió la médula y tuvo que dejar a los niños con la abuela. Ella no tiene la culpa de estar así. Dice que si no hubiese montado ese día en el coche no le habría pasado nada, pero yo pienso que el destino está marcado. Estuvo mucho tiempo en
Porque Encarna tenía 3 hijos con 24 años de nada. Menos mal que tenía a su madre, que también se llama Encarna, y la cuidaba a los hijos, que sino la pobre los tendría que haber dado en adopción. La verdad, hay algunos tíos que son unos hijos de puta y unos cabrones. Por lo menos, Encarna tiene ahora alguien en quien pensar: en sus hijos y en sus nietos.
Ella sólo puede mover la cabeza. Y mira que yo puedo mover poco, pero la ayudo en lo que puedo. La ayudamos, unas veces mi amigo Víctor, otras yo, porque ella no puede ni darle al botón del ascensor. Para mí es una tía excepcional. Estoy segura de que, si en el accidente le hubiese pasado eso a su marido, ella no le habría abandonado.
Pero estábamos en el parque, y habíamos sorprendido a los críos haciendo sus cosas. A nosotras nos vieron, pero no se enteraban de que había un piso con unas ventanas desde las que estaban mirando. Y al pasar nosotras, unos viejos dijeron: “No hay vergüenza en estos tiempos”. Y mi amiga Encarna y yo nos echamos a reír sigilosamente, muertas de envidia.
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