El dinero


Conchi
Yo soy una machacadora, todo lo que tengo lo gasto. Han abierto hace poco una tienda al lado de Juan Carlos I, cerca del Rigoberta Menchú, y el otro día, serían las diez de la noche, y allí estaban los polis porque un chico se había llevado un huevo de Pascua, de esos de chocolate.
La poli había salido detrás de él y había conseguido atraparlo. Vaya cosa, coger al ladrón, que por eso supe que debió de tener un arte increíble para meterse debajo de la trenca un huevo así de grande, y de chocolate… ¡Qué vergüenza! Y todos allí mirando.
Yo me compré unos chicles de menta Trídent y también un yogur. Y después vine al Centro.
Le pedí a una compañera que tiene las manos un poco mejor que yo que me lo diera, pero el yogur saltó a tomar por culo. Se manchó todo el suelo y la cuidadora empezó a decir: “¡Qué asco, me cago en tu padre!” el caso es que mi padre ya está muerto y yo me cagué en el suyo. Le tocó pasar la fregona para recoger el yogur y los trozos de piña.
Total, que me quedé sin tomarlo, después de que me había gastado la pasta no me sirvió para nada.
Y al rato vinieron las cuidadoras a acostarme para dormir. Me lo recordaron: “¡Vaya, tía, la que has formado!”. Me tuve que disculpar: “Tías, yo no tengo la culpa de tener las manos tan mal”.
Yo tengo las manos que no me sirven más que para acariciar. Si hubiera tenido mucho dinero, ahora a lo mejor estaba mejor, con rehabilitación todos los días y así. Pero nada, y con tantas operaciones me han chungao los médicos, que me abrieron los abductores, o séase, las caderas, porque no les gustaba como andaba, dándome un poco un pie con otro. Pero el caso es que andaba, no como ahora, después de la operación, que ya no puedo moverme.
Me llevó mi madre al hospital de la Paz y el Dr. Mújica, el traumatólogo, nos dijo que el que me hubiera operado que me recompusiera. Ya no me puedo poner más de pie.

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