Pepe el Mula


Ramón
Nos tocaba hacer la mudanza de don Zacarías Topete, notario de Segovia, que cambiaba de casa. Me acompañaba Pepe el Mula, un tipo trabajador y muy responsable. Pepe no sabía nada del cliente de hoy y yo no sabía nada aún de sus inclinaciones malsanas hacia los notarios.
Cuando entramos en la casa y leyó la placa en la puerta, NOTARÍA, a Pepe se lo llevaban los demonios.
–Estudian cuatro días a cuenta de mi esfuerzo desde niño, o sea, de mis impuestos, y se hacen con un pesebre de por vida. No puedo con estos parásitos, no los aguanto, es demasiado. Por lo menos las vacas dan leche, pero los notarios solo nos dan po’l culo.
Esto me lo dijo antes de que nos abriesen la puerta.
–¿Pero qué te han hecho los notarios, Pepe? –pregunté yo, un poco alarmado, pues no conocía esta faceta tan violenta del prudente Mula.
–No me han hecho nada todavía, pero cuando me lo hagan, que me lo harán, no respondo de mí.
Ya nos habían abierto la puerta y tuvimos que callarnos.
Llenamos el camión de trastos muy pesados, que los muebles de notario son de maderas nobles o algo peor. Nos habíamos dado una paliza subiendo escaleras y bajando muebles de un segundo piso sin ascensor.
Don Zacarías nos guiaba con su coche a la nueva mansión, un chalet de tres plantas, también sin ascensor.
–Voy a apuntar esa matrícula, que nunca se sabe –me dijo el Mula.
Vaciamos la carga con algo más de tranquilidad y nos fuimos, pero la historia siguió a la mañana siguiente. Iba otra vez con el Mula en el camión, conducía él hoy, y vio estacionado en doble fila el coche del notario enfrente de la estación de Renfe.
–Mira qué bien, ya le tenemos a tiro –lo dijo así, en plural, como si saldara una cuenta común y ancestral.
El rayón que le metió con la defensa del camión a las dos puertas laterales del Mercedes fue para cambiar la mitad de la carrocería, si no toda, pero sólo chapa. Por supuesto, el Mula ni paró. Y todavía gritaba como los indios en plena batalla, aunque con cara de felicidad y sin pintar.
–Pero Pepe, ¿qué te pasa? Estás descerebrado, tú.
–Entiendo que no me entiendas, pero con los notarios hay que hacer prevención, como con la salud.
–Puta envidia es lo que tienes tú –le dije por decir algo.
–Cuando un notario me haga una putada después de lo de hoy, el disgusto será otra cosa y puede que ya no me infarte.
Lo tenía tan claro que era mejor no insistir. Para qué, si el Mula iba a convencerme antes a mí que yo a él.

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