La crisis de Rosa

Rosa y adredista 0
Hace un año por estas fechas de enero recuerdo que salí de paseo, de manifestación en realidad, por el barrio. Protestábamos los compañeros porque el ascensor del metro de El Carrascal no funcionaba desde hacía muchos días. Alguien empujaba mi silla y yo cerraba los ojos y dejaba que el sol me atravesase. Es mi último recuerdo de la vida de ahí fuera. Desde aquellos días estoy atravesando otras calles menos transitadas, estoy empeñada en otras protestas. Me pasé un mes o más en el hospital en silencio, no hablaba, no quería. Con Ana, que es mi amiga e iba a darme de cenar, me comunicaba con caricias. El silencio me ha enseñado el lenguaje de las caricias. Mientras hablé, nadie me acariciaba, como si mis palabras hiciesen de barrera. Ahora que no hablo, todos los que se interesan por mí me acarician la cara, las manos, me miran fijamente a los ojos. Hasta la directora sabe ya que tengo los ojos azules. Cuando volví del hospital, hablaba algo si tenía fuerzas y si quien me requería merecía alguna respuesta: “hola” o “estoy bien” o “estoy cansada” y poco más. Que tengo hambre no necesito decirlo, pues a la hora mis asistentes me dan de comer o cenar y no necesito más nada. Pero mediante el silencio he conseguido algo mucho más importante todavía: el silencio me ha conectado también conmigo misma. Llevo un año muy bien conectada, un año de diálogo conmigo misma, de silencio, y comienzo a conocerme, soy infinita, contradictoria, y es infinita la energía que se ha organizado para hacerme lo que soy. Cuando, con mi muerte, lo devuelva todo a la naturaleza, cada quark me echará de menos y yo seguiré presente en cada vez más naturalezas. Tan concentrada estoy en mi silencio que he descubierto que me multiplico más así, callada, que hablando y hablando. Me escucháis más ahora, soy más en silencio, soy más Rosa así, más inmensa, soy todos vosotros y todos ponéis palabras en mi boca, soy el silencio. Y la verdad es que no tengo más fuerzas, perdonadme.

No hay comentarios: