Furioso


Rafa
No hace mucho que había cafeterías en la calle Santiago, por supuesto que en Valladolid. Pues en la última, en Risco, junto a la plaza Mayor, estaba yo una tarde con mi café de merienda. Estaba solo, de pie y apoyado en la barra.
Mi muleta estaba junto a mí, también apoyada en la barra. Cualquiera que me viera por aquellos días, y que viera la muleta a mi lado, no podía menos que acertar si decía que mis andares estaban un poco averiados.
No sé de dónde pudo salir aquel fulano, pero me empujó con fuerza. No sé si me había visto o no, pero ciego no era. Me tiró al suelo y caí de culo. El dolor era tan intenso que no podía ni mantenerme sentado. Por supuesto, tampoco podía incorporarme. Se apoderó de mí una furia que no quería controlar. Alcancé la muleta con mucha dificultad, pero el fulano no se ponía a mi alcance. Ni se había acercado a ayudarme.
Eres un sinvergüenza, hijo de tal.
Cuando comencé a insultar al tipo aquel, fue cuando los demás clientes de Risco reaccionaron y me socorrieron. Y sus atenciones me tranquilizaron al fin.

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