El camino


Rosa
Jorge es un caminante desde el vientre de su madre, que lo llevaba a las marchas antiOtan exhibiendo su barriga desnuda porque estaba muy orgullosa del niño que crecía dentro.
Y cuando Jorge salió a este mundo ya sabía andar, como es lógico. Nunca se ha detenido, de momento, y duerme mientras camina. Es un vencejo sin alas, pero con mucho corazón.
En la orilla del camino ha encontrado muchas necesidades, niños sin pan, ancianos o animales sin agua, hombres sin trabajo y sin esperanza, buitres sin carroña y creyentes sin dioses.
Pero el camino también ha enseñado a Jorge a remediarlos. El camino mismo, no los márgenes. Porque Jorge también ha encontrado en los márgenes muchos paraísos, montañas de nieve, lagos de plata, playas en calma, ciudades con palmeras y centros acogedores para los más necesitados.
Los paraísos ocupan los márgenes, como la miseria, pero en el camino no hay miseria ni utopías. Acaso tampoco hay esperanza, pero cada niño que se pone de pie y, desde su hambre, se incorpora a la corriente del camino, cada animal que bebe agua y continúa caminando, cada anciano que se levanta para caminar un tramo más, cada creyente que por fin encuentra a su dios en el camino y no es el trabajo o el dinero y comparte su esperanza con los buitres que planean siguiendo la corriente, cada mujer que se atreve a concebir, cada uno de estos milagros de los caminantes dibuja otra sonrisa en el rostro de Jorge, que continúa caminando feliz.
Porque Jorge es un caminante feliz.

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