La promesa

 
MaryMar
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Cuando tenía ocho años me hice muy amiga de una chavala de mi edad, Pepa. Estábamos internas en un colegio. Íbamos a la misma clase, nuestras camas estaban juntas y comíamos en la misma mesa. En las horas de descanso también nos juntábamos y nos gustaba jugar a la pelota.
También había otro juego que nos gustaba: improvisar obras de teatro. Nos reuníamos varios compañeros y ensayábamos las obritas que habíamos inventado. Las representábamos en un salón del colegio. Venían a vernos todos los niños y niñas del cole. A veces nuestros padres y amigos. A todo el mundo les gustaban mucho nuestras obras.
Las fiestas del cumpleaños de Pepa eran memorables. Tenía una enorme mansión muy bonita. En su fiesta había de todo, según ella contaba: comida, música, baile, disfraces…Siempre invitaba a muchísima gente. Me daba mucha envidia y aquel año le pedí que me invitase y ella dijo “¿Por qué no?”. Desde aquel momento, estuve esperando que llegase el día, pero la invitación nunca llegó.
Me enfadé mucho con ella. Hablé con la dirección para que me cambiase de cama en el dormitorio y me colocasen en otra mesa. En las clases era más difícil, pues hacíamos el mismo curso y teníamos que ir juntas, pero yo no estaba dispuesta. Para solucionarlo hablé con un enfermero amigo de la familia y le pedí que me ayudase a fingir que me había roto la pierna. Me puso una escayola, habló con el médico y este me dio una baja por un mes, que pasaría en la primera fila de pupitres de la clase con la pata estirada.
Cuando pasó ese tiempo llegaron las vacaciones y nos fuimos cada mochuelo a su olivo. Pedí cambio de colegio para el año próximo.

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